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Malls repletos de compradores, gimnasios abarrotados, clubes atiborrados de gente dispuesta relajarse y, por supuesto, muchas nanas afanosas cuidando pequeños monstruos en formación. ¡Pobres nanas! Inmolándose diariamente gracias a la gran responsabilidad que les dieron, pero sin ninguna autoridad para ejercerla. Nanas que se convierten en víctimas fatales de la ignorancia sobre el verdadero significado de la paternidad.

Es imposible criar correctamente a un niño cuando no se tiene autoridad correctiva sobre él. Si nuestro hijo es criado por una nana que no tiene la autoridad delegada para corregir (entendiendo que toda corrección nace del amor y no de la impaciencia ni la frustración), lo más probable es que termine como un tirano insensible o como un ser inseguro y destruido. Si no estamos dispuestos a delegar esa autoridad porque aquella persona no está preparada, entonces la pregunta cae por su propio peso: ¿Qué hacemos dejándolas a solas con nuestros hijos tantas horas y/o días?

Debemos saber que existen tres cosas van a limitar a todo ser humano:

  1. El conocimiento que posee,
  2. La fortaleza de su carácter
  3. Los principios en los que basa su vida.

La combinación de estos tres elementos nos llevará al éxito, al fracaso o a la mediocridad. ¡Y sólo 1/3 de esta ecuación se desarrolla fuera del hogar! Estamos hablando, por supuesto, del conocimiento académico, impartido mayormente en los centros educativos.

En cambio, nuestros hijos cultivan  la fortaleza de su carácter y la bondad espiritual en el hogar, estén los padres presentes o ausentes, sean activos o pasivos, muy esforzados o demasiado entretenidos en otras cosas. La fortaleza del carácter se desarrolla en la obediencia, en el amor, en la disciplina, en la aceptación, en la seguridad de los límites y no en la mala crianza, el rechazo, la desobediencia y las pataletas.

Los principios en los que uno basa su vida, o esa bondad espiritual que caracteriza a los grandes hombres y mujeres, se desarrolla en el ejercicio de la moral. La moral radica en el deseo de hacer el bien y evitar el mal. Una persona con principios es una persona moralmente responsable y espiritualmente sensible. Lo bueno y lo malo lo determinan los límites que se establecen en el hogar. Honradez, puntualidad, bondad e integridad se cultivan con el ejemplo. El ejemplo es la conducta que se ve.

¿Nuestros hijos están más expuestos a la conducta de quién? ¿Qué persona es la que más modela la conducta de nuestros hijos? ¿La nana? ¿El dibujo animado de la televisión? Cuando un niño crece sin límites crecerá en los extremos de un terrible péndulo: La tiranía insensible y la inseguridad destructora.

Este pequeño monstruo quizás se convierta en un empresario estafador, un abogado mentiroso, un científico pusilánime, un médico impuntual, un ingeniero mujeriego, un gobernante corrupto o en cualquiera de una larga lista de “virtuosos” operadores de la inmoralidad. Padres ¡asumamos la responsabilidad que nos da el privilegio de la divina paternidad!

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